Opinión de Xavier Oliveras González Investigador de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

martes 15 de julio de 2014


A poco más de un año que Edward Snowden filtrara información clasificada de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, entre la cual sobre un programa de vigilancia masiva de los internautas, continúa el debate entre los partidarios de la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado, y los opositores a vivir bajo un Gran Hermano orwelliano y en un mundo feliz huxleyano.
Inmerso en este debate, recientemente el mexicano Sergio González Rodríguez ha presentado “Campo de guerra”, ensayo con el que completa la trilogía que inició con “Huesos en el desierto” (2002) y continuó con “El hombre sin cabeza” (2009). En él, entre otros aspectos, concluye que Estados Unidos está construyendo un Gran Hermano global con el que espera mantener su dominio mundial; el caso Snowden ofrecería una prueba de ello. A conclusiones similares han llegado otros escritores e investigadores, y el debate público suele centrarse en el modelo de control y vigilancia de las personas, especialmente en y a través de la internet.
Sin embargo conviene recordar que el control y la vigilancia -no sólo de Estados Unidos- no se dirigen únicamente al ciberespacio, también se focalizan en espacios físicos muy específicos. Tal es el caso de la región fronteriza entre México y Estados Unidos. En esta dirección González ya señala cómo las élites militares, corporativas y financieras transnacionales precisan, para la defensa de sus intereses, de un modelo de control y vigilancia en cinco ámbitos de las redes “ultracontemporáneas”: el privado, comunitario, público, de trabajo y personal.
Traduzcamos esto a la cotidianidad de Matamoros, ciudad fronteriza con Brownsville, Texas, pero que se puede hacer extensivo a otras ciudades del norte de México. Supongamos que queramos ir por carretera a Corpus Christi, Texas. En otro lugar, recorrer los 250 kilómetros que las separan no implicaría mucho, pero aquí, uno pasa de un control a otro: empezamos con la revisión e interrogatorio para obtener la visa para poder viajar a Estados Unidos. Habiendo cruzado ya el puente internacional, se pasa obligatoriamente por el chekpoint de la Customs & Border Protection, donde además es necesario pararse para obtener un permiso de internamiento; otra vez, revisión e interrogatorio. A medio camino, cerca de Sarita, la Border Patrol te obliga a parar; otra vez, revisión e interrogatorio. Ya de regreso, en Brownsville, en las inmediaciones del puente, el Sheriff del condado de Cameron nos interroga de nuevo, aunque no sea la función para la cual fue creado su puesto. Y al entrar a México se puede tener la suerte de que aparezca la luz verde de Aduana; otros, la roja y, en ese caso, una revisión más.
Supongamos ahora que queremos llegar a Monterrey, Nuevo León, a unos 300 kilómetros; esta vez, nos desplazaremos en camión. En la central de autobuses, vigilada -como mínimo- por los militares, los pasajeros tienen que pasar por Aduana antes de poder subir al camión. Aunque aquí, debe apuntarse, que ya se están retirando los controles aduanales de las terminales y aeropuertos de las ciudades fronterizas. Mientras pensamos en esto, ya estamos en la carretera a Reynosa y nos encontramos con un retén militar, que obliga al conductor a reducir la velocidad y, si el soldado está de buen humor, lo dejará continuar. Sin embargo, habiendo dejado atrás Reynosa, en otro retén lo paran y un soldado hace bajar a todos los hombres con sus pertenencias para ser revisados. De vuelta a Matamoros probablemente ocurra lo mismo.
Y, por último, supongamos que nos movemos por Matamoros, sin salir de la ciudad ni hacia el norte ni hacia el sur. Si a uno ya lo tienen fichado, probablemente nadie le obligará a detenerse para controlar a dónde va, de dónde viene y qué lleva. Sin embargo, la vigilancia está por doquier: ya sea en las esquinas o circulando por las calles, uno pierde la cuenta de militares y marinos con los que se cruza.
Ante este modelo de control y vigilancia, aplicado en la región fronteriza por los tres poderes que se oponen, algunos ya se conformarían con que sólo les espiaran la cuenta de Facebook. Por el momento, y a la espera de que se resuelva aquella disyuntiva entre seguridad, terrorismo, libertad, violencia…, la vida diaria fronteriza se desarrolla en un inmenso panóptico.

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