Vejez y el trabajo agrícola

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Opinión de Cecilia Salgado-Viveros de El Colegio de la Frontera Norte

viernes 28 de marzo de 2025

Las características de las actividades laborales en el mercado de trabajo agrícola – concretamente el que se refiere a las personas jornaleras- hace que la edad sea un elemento por considerar en el análisis de este grupo laboral, pues es a través de ella que se valoran las capacidades físicas del trabajador.

En la manera en que se concibe la edad hay distintas acepciones que se imbrican:

  • La edad social, se construye a través de lo que se consideran actitudes y conductas adecuadas a las percepciones subjetivas (es decir, lo viejo que el sujeto se siente).
  • La edad atribuida (la edad que los demás le atribuyen al sujeto) y a las transiciones que se producen en el curso vital (Ginn y Arber, 1996).

Sin embargo, hay que considerar que la edad social de las personas jornaleras, construida a partir de lo que demanda el trabajo agrícola, también está basada en la edad fisiológica, relacionada con las capacidades funcionales y con la gradual reducción de la densidad ósea y el tono muscular. Es decir, los cuerpos envejecidos y la manera en que la fuerza física se transforma con el paso de los años; considerando siempre que la velocidad de estos cambios fisiológicos, varían según la posición que ocupen los sujetos en la estructura social (Ibidem.).

Cabe mencionar que estas concepciones de la edad no guardan necesariamente relación con la edad cronológica del sujeto:

  • La edad social, estará definida cultural y socialmente por el grupo de pertenencia.
  • La edad fisiológica, estará determinada por las condiciones de vida del sujeto.

En el caso de las personas jornaleras, se ha documentado que en este mercado laboral es común la preferencia por contratar jornaleros hombres entre los 18 y los 40 años, aunque se ha visto que también puede extenderse hasta los 50 años. Asimismo, se documenta que la edad productiva de las personas jornaleras está entre los 7 y 35 años.

Por ello, si se toma en cuenta que la oferta laboral de las personas jornaleras agrícolas comienza a disminuir a partir de los 35 años y la Población Económicamente Activa (la PEA), considera como límite los 64 años, entonces estaríamos hablando de que las personas jornaleras disminuyen su período de productividad en casi 30 años. Esto, porque el esfuerzo físico que requiere el trabajo agrícola se va mermando con los años, además de que, si a ello se suman las condiciones laborales a las que han estado expuestos a lo largo de su trayectoria laboral, es de esperar que su salud también se vea afectada.

Se han identificado casos de personas jornaleras prematuramente envejecidas y abandonadas en las zonas donde migraron por trabajo, quienes sobreviven de la mendicidad y se encuentran en la indigencia. Sus condiciones de vida muestran las desventajas que han ido acumulando a lo largo de su trayectoria laboral y de vida, cuyos efectos se ven agravados en la vejez.

Es decir, en el caso de las personas las jornaleras, la edad es marcada cronológicamente, pero es definida por el mercado laboral. Por decirlo de alguna manera, la vejez no estará determinada por la edad cronológica sino por la edad socialmente construida y la fisiológicamente utilizada.

En importante destacar, que en éste, como en otros contextos laborales, la edad y el género deben de analizarse conjuntamente porque son elementos fundamentales de la organización social, así, el significado social de la edad estará profundamente marcado por el género. No es lo mismo ser jornalero que jornalera agrícola. Por un lado, porque se debe de tomar en cuenta el rol preponderante que desempeñan las mujeres al interior del grupo doméstico, y por el otro, porque la participación de ellas en el trabajo jornalero es invisibilizado al estar subsumido -algunas de las veces- a la participación laboral del cónyuge o del conglomerado familiar.

Al comparar las trayectorias laborales de las mujeres jornaleras con la de los hombres jornaleros considerados envejecidos, las razones de la inserción laboral de las mujeres en este mercado de trabajo guarda relación con su rol de género.

Así, por ejemplo, de acuerdo con los hallazgos encontrados en los campos de berries del Sur de Jalisco, las mujeres se incorporan al trabajo como jornaleras cuando su ciclo reproductivo ya finalizó, el cual en algunas ocasiones coincide con el ciclo doméstico en consolidación o en dispersión. Es decir, cuando los hijos pueden valerse por sí mismos o inician su vida conyugal.

Sin embargo, en el caso de San Quintín, Baja California la lógica es parcialmente distinta. En este caso, las personas jornaleras de este grupo etario son principalmente migrantes asentados, por lo que, los primeros hallazgos indican que, a diferencia de los casos registrados en el sur de Jalisco, en San Quintín la inserción laboral de las mujeres fue similar a la de los hombres, y que más bien tuvieron que desplegar estrategias al interior del grupo doméstico para sobrellevar la doble o triple jornada.

Tanto la edad como el género son la base sobre la cual se van aglutinando un conjunto de variables que muestran los distintos grados de vulnerabilidad existente en este grupo de trabajadores. Entre estas se encuentran: la etnicidad y cualidad lingüística, el grado de escolaridad, el lugar de origen, y la composición del hogar del trabajador. Esta última variable incluye la fase del ciclo doméstico, el rol desempeñado por el trabajador dentro del hogar y las características de cada uno de los miembros, tales como la edad, el género, la ocupación, el grado de escolaridad y la presencia de padecimientos y/o enfermedades crónicas o incapacitantes.

El mercado laboral agrícola en el que insertan las personas jornaleras “remite a un orden social estructurado por el entrecruzamiento de relaciones sociales de género y étnicas, como relaciones de dominación y de violencia al interior de una clase social” (Lara Flores: 2006).

En este sentido, es relevante analizar las condiciones laborales y de vida de personas jornaleas y cómo éstas van pesando con la edad y cuáles son las estrategias que ellos despliegan para afrontarlas. Y entender que las desigualdades que se manifiestan en la vejez, “no son exclusivas de esa etapa de la vida, sino que son continuas y configuradas a través del curso vital” (Hess, 1990, p. 12).

Cecilia Salgado-Viveros
El Colegio de la Frontera Norte, Estancia Postdoctoral.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.

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