Luis Enrique García Jiménez.

Lic. en Psicología, Mtro. en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural, y estudiante del Doctorado en Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte (COLEF). Contacto: lgarcia.desc2019@colef.mx

Rita Segato (2019) acuña la noción pedagogías de la crueldad para referir a todas las prácticas y actos que buscan transmutar a los sujetos, lo vivo y su vitalidad, a través de programaciones, habituaciones y enseñanzas que los cosifican. Más allá de matar, estas pedagogías enseñan a dar muerte desritualizada a las personas, a través de empresas extractivistas establecidas en los campos de Latinoamérica bajo términos de productividad. Si bien, el término se refiere a las empresas donde se instala el mercado global, y conlleva conceptualizaciones sobre el cuerpo como una cosa atacable y explotable sexualmente, considero que puede utilizarse, al mismo tiempo, para referir a los actos de rapiña y consumo de diferentes cuerpos, vidas y contextos.

            La crueldad, en ese sentido, no solo se manifiesta en la falta de compasión ante actos como la explotación sexual, sino también en el deleite por el dolor y el sufrimiento ajeno. De acuerdo con la autora, la pedagogía tampoco se reduce a metodologías y a la implementación de técnicas educativas, también refiere a prácticas cotidianas que colonializan informalmente la subjetividad del sujeto. Por tal motivo, el concepto es útil para señalar la normalización de la violencia en paisajes con bajos umbrales de empatía, por parte de una empresa predadora que fructifica del sufrimiento. El gozo y la desensibilización ante el dolor, por tanto, juegan un rol activo en escenarios donde el proceso de enseñanza-aprendizaje homogeniza y masculiniza.

            Siguiendo a Segato, la masculinidad es más tendiente a la crueldad por el modo en que sus sujetos han sido socializados, entrenados y obligados al ejercicio de prácticas violentas. Entre masculinidad y guerra, continúa, el distanciamiento con el otro hace que la baja empatía hacia su situación de vida le ponga a disposición de las organizaciones y corporaciones (2019, párrafo X). Su cosificación y desechabilidad conduce a la obediencia incondicional/ciega de reglamentos y normatividades, hasta hacer de los oprimidos en opresores de otros cuerpos una vez que alcanzan cierto nivel en la cadena empresarial. 

A partir de pedagogías de la crueldad, entonces, se integran mandatos y expropiaciones masculinistas en contextos educativos que posibilitan el establecimiento y normalización de la crueldad. El efecto subordinador de las empresas educativas se manifiesta en diversas formas que, frecuentemente, son invisibles y se relacionan con actos de violencia psicológica. Una de las más asiduas recae en actos de terrorismo emocional, el cual, conforme a Roberta Shaler (2015), conlleva la creación de contextos de incertidumbre o de inseguridad que tienen afectaciones en la salud mental. El terrorismo emocional, es resultado de formas de violencia donde el uso de falsas creencias, generalmente ligadas al cumplimiento de objetivos, desintegra de forma progresiva la autoestima de la víctima, quien carece de herramientas para enfrentarla.

            Así, a diferencia de terminologías donde el terrorismo refiere a la lucha política que conlleva la destrucción del orden preestablecido, el terrorismo emocional se liga a la sucesión de actos que infunden un clima de terror en la víctima. La inseguridad devenida de tales actos, susceptibiliza al sujeto y lo hace objeto de intimidaciones por parte de individuos a los que no sabe reconocer como aliados o adversarios. La regla de subordinación de la empresa termina por vulnerar sus condiciones sociales, laborales y personales mediante la imposición violenta de exigencias incapaces de cumplir. El terrorismo emocional como pedagogía de la crueldad, es decir, como una serie de prácticas y actos masculinistas y crueles que cosifican y aterrorizan al subordinado, podría atender a la colonialidad universitaria que presiona, despoja y precariza.

            El terrorista emocional en la empresa educativa, entonces, repite patrones del sujeto endriago, que en palabras de Valencia Triana (2010), es un sujeto emasculado y subordinado a las reglas del capital; que busca redimir su vida precaria al vulnerar con exigencias violentas las condiciones sociales, laborales y personales de las personas a su cargo. El avance de las pedagogías de la crueldad dentro de la academia transforma, a su vez, a recién graduados en colonizadores, repitiendo el patrón del alma mater, para ser aceptados como uno más de los representantes de su presión despojadora. Como parte de la cadena de producción, el cuerpo estudiantil, generalmente en condiciones de precariedad institucional, se convierte en tanto en víctima como agente de una empresa educativa productivista, competitiva y explotadora hasta el punto de su fragmentación; por lo que la concientización sobre el régimen de crueldad en las instituciones disciplinarias es necesaria para romper con el ciclo de violencia institucional.

Referencias y bibliografía

Segato, R. (2019) Pedagogías de la crueldad. El mandato de la masculinidad (fragmentos). Feminismos. Revista de la Universidad de México. Dossier disponible en https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/9517d5d3-4f92-4790-ad46-81064bf00a62/pedagogias-de-la-crueldad

Shaler, R. (2015) The Hijackal Trap: The Hidden Anger of Passive-Aggression (1a ed.) EUA: Ediciones Kindle.

Valencia Triana (2010) Capitalismo Gore. (1a ed.) Editorial: Melusina.