Luis Enrique García Jiménez.

Lic. en Psicología, Mtro. en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural, y estudiante del Doctorado en Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte (COLEF). Contacto: lgarcia.desc2019@colef.mx

Conforme a Nuñez Noriega y Espinoza Cid (2017, p. 94), “en el uso popular y en prensa se tiende a identificar el crimen con un delito de sangre [… o con] un hecho antisocial grave, mientras el delito constituye una violación a la ley del Estado”. Mientras tanto, el odio es la emoción profunda e intensa nacida de la repulsión, la aversión o repugnancia hacia el otro; que suele tener repercusiones negativas sobre quienes ‘incitan’ el deseo de daño del atacante, siendo el uso de agresiones un medio de expresar su rechazo. Finalmente, la homofobia es el miedo irracional a las personas con orientación homosexual, o que parecen serlo, mediante de actos de rechazo, discriminación, ridiculización y violencia (CONAPRED 2010, p. 68).

Eran cerca de las 2:00am de la madrugada del 30 de mayo cuando, de camino a casa tras asistir a una fiesta, recibí un primer golpe en el lado derecho de la cara. De un impacto, quedé postrado en el piso. Mi reacción instintiva fue usar mis brazos para cubrir mi cara y las piernas para el abdomen. Durante lo que me pareció una eternidad, un desconocido me agredía. Con cada golpe iba una profanación homofóbica del tipo “pinche puto”, “esto te pasa por joto” o “pinche pelos de elote”. En el acto, supe que la agresión se debía a que tengo el cabello teñido de rubio, por lo que solo repetía: “wey, es solo cabello, relájate, es cabello y nada más”, mientras en mi interior lo único que quería era defenderme sin saber bien cómo. 

Tras darse gusto, mi atacante me dejó tirado en la banqueta y escuché que el motor de una motocicleta arrancó. Me quedaría en el suelo unos diez segundos aún en posición fetal, como esperando si regresaba por una segunda ronda. Al incorporarme, confundido y adolorido, noté que tanto mi careta, como mis lentes y mi celular, habían desaparecido. Ante lo recién ocurrido, estaba tan conmocionado que no supe cómo levantarme e irme a casa como si nada hubiese pasado. Solo recordaba que en un lugar muy escondido de mi mente una idea se cruzaba mientras me golpeaba: “Esta noche voy a morir a manos de un completo extraño”.

De igual modo, emprendí el camino a casa sin poder incorporarme del todo. Mi cabeza era un ring de lucha entre todas mis identidades introyectadas; no obstante, noté que dos de ellas eran principales contendientes. La primera era una identidad de víctima que me decía “wey, esto no hubiera pasado si te hubieras quedado en tu casa, escribiendo la tesis y sin ponerte en peligro”. La otra contradecía a la primera y me clarificaba que “no, pendejo, esto no es tu culpa; tu bien sabes que esto es un pedo sistémico y que tu tenías todo el derecho de tener tu cabello rubio, de salir a divertirte después de tanto esfuerzo y de ser quien tu eres”. En ese momento me pasó por la mente el himno “El violador eres tú” y solo cantándolo en mi mente es que pude seguir caminando sin tanto miedo y con más coraje. 

Video 1. Himno feminista “El violador eres tú”. Fuente: Youtube.

A medio camino, me encontré con 3 policías en motocicletas y los detuve. Les explique lo que había pasado, en donde había ocurrido y les mostré mis heridas ante la luminaria pública. Lo único que me contestó uno de ellos fue “¿Viene usted en estado de ebriedad?”. Incrédulo, le contesté que sí había bebido, pero que estaba sobrio en ese momento y que necesitaba que buscaran a los responsables. Acto seguido solo respondió “entonces no puedo ayudarle” y arrancó la motocicleta. El fuego resiliente y de resistencia que de por sí siempre quema dentro mío se convirtió en un incendio forestal y desde lo más profundo salió de mi ser un único grito desgarrador “hagan su pinche trabajo, pendejos” y empecé a llorar lágrimas calientes.

Llegando a casa no supe si bañarme o solo tirarme a dormir. Preferí lo segundo tras tomarme el tratamiento para la depresión y la ansiedad generalizada que experimento desde el inicio del confinamiento y dormí sin soñar. Al día siguiente lo primero que hice fue regresar al lugar del ataque, con la esperanza de al menos encontrar mis lentes; pues soy miope y astígmata. Al no hallarlos, partí al centro comercial más cercano a reportar el robo de mi teléfono, dar de alta uno nuevo y mandar a hacer los lentes más económicos. Toda la compra tuvo un saldo de $4000mx (unos $200usd), un precio bajo comparado con el hecho de que estaba con vida. 

Llegando a casa volvía tomar el clonazepam para dormir, no se si para evadir mi realidad o para descansar mi cuerpo del dolor que aún se sentía tanto por fuera como por dentro. Antes de ello, pasé con un médico, de esos que no cobran en cierta cadena farmacéutica y confirmó que no había daño fisiológico evidente. Mis compañeros de casa, inmediatamente me vieron entrar me preguntaron qué había pasado. Al contarles lo sucedido, no pude dejar salir unas lágrimas; aunque recuerdo haber hecho de todo para no llorar, pues en mi cabeza eso de llorar implicaría reconocerme como una víctima, cosa que me niego a ser.

Después de dormir por unas horas, me encontré con la sorpresa de que mi casa estaba llena de mis amigos, quienes habían ido a verme, a contenerme, a ver cómo me encontraba y para ayudar. En medio de ellos por fin me sentí seguro y volví a contarles ahora más tranquilo lo que había pasado, sabiendo que esto no se iba a quedar así. Aunque son de diferentes orígenes culturales, nacionalidades, colores y géneros, mis amigxs coincidieron de que en la ciudad ha habido eventos similares a manos de grupos de motociclistas, organizados o no, que se dedican a golpear agente que no parezca o se vea masculina o heterosexual. Ello ha implicado agresiones hacia mujeres, personas LGBT+ y, particularmente, gente de Asia Oriental.

Imagen 1. Símbolo que representa a nuestro hogar como un espacio seguro. Foto propia.

La violencia de género es un serio problema en San Cristóbal de Las Casas: municipio que ocupa el primer lugar en feminicidios en Chiapas (INMUJERES, 2008) y el quinto lugar a nivel nacional (SESNSP, 2019). Tras lo acontecido, en plenas campañas electorales y con el mes dedicado a la diversidad sexual, me cuestiono críticamente lo que las instituciones están haciendo al respecto. También me pregunto si la búsqueda de derechos burgueses como el matrimonio y la adopción igualitaria son respuestas ante la alza de los crímenes de odio por homofobia a partir del confinamiento. Atender estas actos ilegales y antisociales basados en la necesidad de sangre por parte de individuos que generan repulsión y, por tanto, rechazo desde las construcciones de masculinidad hegemónicas en esta ciudad debería ser prioritario.

Afortunadamente, la sociedad civil LGBT+ de la ciudad, aunque dividida por egos, conflictos y otros problemas intra grupales, parece estarse uniendo contra la misoginia, la homofobia, la transfobia y el racismo expresado por grupos de hombres que creen tener el rol corregir lo no es cisheteronormativo. Un ejemplo de esto es la ilustración al inicio de esta radiografía de un crimen de odio por homofobia más en un país violento como México. Convertido en mural por parte de la colectiva LGBT+ de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, la imagen acompaña mi denuncia virtual para viralizar el fascismo masculino en este supuesto ‘Pueblo Mágico’.

Si quieren saber cómo me encuentro después de esto, pueden escuchar la canción Sail Away – Mome, Ricky Ducati y leer la letra. Si quieren una experiencia más fenomenológica, pon tu celular sobre tu pecho e imagina que el beat de la melodía es mi corazón ansioso por el Trastorno de Estrés Postraumático en duelo con la calma que el cántico de la meditación trae.

Referencias y bibliografía

[CONAPRED] Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. 2010. Cuestionario sobre Discriminación Social en México Preferencias Sexuales. México: Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación.

INMUJERES. (2008). Estudio de Investigación en los Municipios del Estado sobre Violencia de Género. México. Instituto Estatal de las Mujeres. 

Núñez Noriega, G., & Espinoza Cid, C. E. (2017). El narcotráfico como dispositivo de poder sexo-genérico: crimen organizado, masculinidad y teoría queer. Estudios de Género de El Colegio de México.3(5), 90–128. 

SESNSP. (2019). Información sobre violencia contra las mujeres. Incidencia delictiva y llamadas de emergencia 9-1-1. México. Secretariado Ejecutivo de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana