Por. Mtra. Bárbara López González

Correo: Barbaralopez.desc2019@colef.mx

Lic. en sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana, Maestra en Antropología Social por la Universidad Iberoamericana, estudiante del Doctorado en Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte.

En el marco del día de la mujer y la Feria Internacional del Libro de la Universidad Veracruzana, se han presentado múltiples conferencias magistrales que han puesto en la mesa el tema de la pandemia y la vulnerabilidad, pensada desde la articulación con las nuevas formas de institucionalización de la vida cotidiana.

Fragmentemos este pensamiento. Eduardo Restrepo (2021) en la conferencia sobre identidad y poder, definió brevemente que una articulación es un vínculo en constante cambio. Es decir, se reconstruye y adecua a las circunstancias en las que ésta se determina. Si pensamos a la vulnerabilidad como una articulación que permite reflexionar las formas de institucionalización; pensando este término desde la concepción de Castoriadis (2007), donde es entendido cómo las formas de legitimación de la estructura social, la vulnerabilidad es una acción social que afecta a un grupo determinado y que lo define desde su reflexividad. Así, dentro del contexto de la pandemia, la vulnerabilidad es la articulación que cuestiona las formas de institucionalidad que se transforman en la vida cotidiana.

Ahora bien, la pandemia ha mostrado que existen diversas formas de vulnerabilidad, ya sea política, económica y social; esto no es algo nuevo, lo que resalta es el acceso a los recursos virtuales. La virtualidad institucionalizada que se exacerba por medio de las plataformas de comunicación, que permiten la regulación de procesos políticos y sociales que, de cierta manera, abren las puertas a la información.

Si bien Manuel Castells (2000) ya nos había advertido en la Era de la información de la importancia de la observación sobre las formas de control de los flujos que surgen en este medio, tenemos que comprender cómo dichos flujos son ahora parte de la interacción humana que se desarrolla dentro del mundo social digital. Pero, no podemos dejar de considerar la existencia de la gran brecha digital que cada día se agranda por la desigualdad en la sociedad. Si bien, no todos tienen acceso a una educación digital, difícilmente tienen acceso a las burocracias digitales, recurso necesario para el control  político, económico y social de la pandemia, así como para la administración de recursos de salud, como la aplicación de una vacuna (por lo menos en el caso de México) .

Otro aspecto que resalta la pandemia, es la vulnerabilidad laboral: ¿todos podemos trabajar desde casa?¿qué pasa con aquellas personas que dependen de la interacción social para trabajar?.Podemos imaginar que las formas de consumo cambian, pero la trayectoria de los productos, los espacios por los que transitan requieren muchas veces  de una interacción cara a cara, que se ha visto afectada. Dichos espacios tienen la necesidad de adecuarse a un mundo digital o vulnerabilizarse económicamente. ¿Está preparado el mundo económico para sostener a todo un grupo laboral que no pueden digitalizarse?¿podemos depender de la tecnología o es necesaria la estratificación de labores económicas para el bienestar? 

Aún más preocupante son las poblaciones que antes de la pandemia ya eran vulnerables y ahora están inmersas en situaciones donde su vulnerabilidad es aún mayor. Mujeres que corren el riesgo de ser violentadas por sus parejas, movimientos sociales que luchan en contra del racismo en general, grupos que no tienen acceso a servicios médicos por falta de una política que los cubra. La pandemia ha mostrado que la vulnerabilidad es un paraguas articulado a otras vulnerabilidades. Es la suma de todos aquellos aspectos a los cuales no tenemos acceso por la falta de poder político y social. Somos vulnerables porque no controlamos los medios que nos institucionalizan.

Exigimos dejar de ser extranjeros en nuestros propios cuerpos, exigimos poder tener acceso a los recursos de salud, al trabajo digno que nos provea de los recursos necesarios para poder tener una vida digna; exigimos una seguridad social para poder caminar en la calle como seres humanos.A pesar de todo, no nos damos cuenta de que vivimos en una híper-vigilancia, donde nuestra salud física, económica y política es controlada por flujos internacionales pandémicos que no se relacionan con el COVID. Sin ser conspiranoicos, permitimos que plataformas digitales junten nuestra información, nos guíen a través de estrategias de mercadotecnia a formas de consumo específico. Permitimos que el flujo monetario se reduzca a una tarjeta emitida por un banco o una aplicación.

Cambiamos el cinema por una plataforma donde se personaliza mi gusto. Formamos redes solidarias virtuales, donde los views, likes y shares exponen nuestros intereses, nuestras emociones,  damos opiniones pensando que somos invisibles y microscópicos en la amplia virtualidad. Pero muchas veces no hacemos conciencia sobre la vulnerabilidad digital a la que nos exponemos voluntariamente, o en la cuál ya estamos inmersos.

La vulnerabilidad resulta así, una articulación que visibiliza y nos enfrenta a nuevas realidades, donde nuestras posiciones de comodidad se transforman, se reconstruyen y adecuan al nuevo entorno social que se está conformando.

Referencias:

Castells, Manuel (2000) La era de la Información. Economía, sociedad y cultura. Vol. 1 México siglo XXI.

Castoriadis, Cornelius (1997) El imaginario social instituyente. Zona Erógena No.35. Trad. Luciana Volco. Pp 1-9

———————— (2007) La institución imaginaria de la sociedad. Tusquets Editores. 1ªed. Buenos Aires.

Restrepo, Eduardo (2021) Identidades y poder en los Estudios Culturales. Conferencia magistral en el marco de Décimo Aniversario de la Maestría en Estudios de la Cultura y la Comunicación de la Universidad Veracruzana el día 24 de Marzo de 2021, vía Facebook.

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Autor: Roberto Córdova Leyva.
Año: desconocido.
Archivo El Colef.

Foto tomada el 20 de mayo de 2014