Luis Enrique García Jiménez.

Lic. en Psicología, Mtro. en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural, y

estudiante del Doctorado en Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte

(COLEF).

Contacto: lgarcia.desc2019@colef.mx

Texto

Hace apenas poco más de un mes que la Real Academia Española (RAE) anunciaba entre los nuevos términos indexados a su Observatorio de palabras el vocablo “elle”. Como se observa en la Figura 1, su implementación buscaba la inclusión de las personas no adscritas al binario sistema de sexo-género o, a palabras de Rubin (1986, p. 44), al “conjunto de acuerdos por el cual la sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana”. El lenguaje, como actividad propia de la humanidad, ha sido uno de los mecanismos de parte del orden heteropatriarcal para alienar dicotómicamente a lxs sujetxs en dos sexos/géneros a partir del uso de signos orales y escritos utilizados en los procesos de comunicación. Así, las personas practicantes de la lengua española, entre otras lenguas romances o provenientes de latín, normalizan el uso dual del género para naturalizar lingüísticamente la invisibilización cotidiana de quienes no cabemos en el sistema lingüístico de sexo-género cisheteropatriarcal.

Figura 1. Definición del Observatorio de palabras de la RAE para el término “elle”. Foto: RAE.

Si bien para muchxs de nosotrxs, la multitud queer no binaria, la inclusión de la “elle” como un término emancipador de las opresiones por sexo-género que experimentamos diariamente a través del lenguaje fue el reconocimiento que tanto anhelamos como sujetxs de la lengua española, el gusto nos duraría poco. A los pocos días, tras una serie de lamentos y chivatazos de índole transfóbica por parte de sectores poblacionales que incluían a los neomachos, a la “comunidad” LGBT+ y las TERF’s (Trans Exclusionist Radical Feminist, acrónimo acuñado por la activista feminista Viv Smythe en 2008), el término fue dado de baja del Observatorio.

Figura 2. Respuesta de la RAE ante el retiro del termino “elle” de su Observatorio. Foto: Twitter.

Como se observa en la Figura 2, el motivo de la “baja”, desde el discurso político institucional de la RAE, se fundamenta en la confusión social aparentemente generada debido a su poca difusión en el habla social. Como planteé al principio, el sistema sexo -género transforma la realidad productiva de los seres humanos para catalogar toda actividad en dos sexos-géneros semánticos entre lxs usuarixs que son parte del sistema heteropatriarcal. El problema con esta excusa manifiesta por la RAE, por tanto, radica en que el habla está condicionada por el uso normalizado, naturalizado y cotidiano de signos orales y/o escritos para la significación de la realidad. Esta situación, por ende, encierra un ciclo de discriminación y de violencia que la RAE invisibiliza a través de su sistema de inclusión-exclusión de palabras, siendo el mismo una metáfora de la realidad sexista, machista y queerfóbica que asesina a la masa no binaria.

Figura 3. Carta de Elliot Page publicada el 01 de diciembre de 2020. Foto: Twitter.

Empero, un mes después, la carta del actor Elliot Page, anteriormente conocido como Ellen Page, parece mutar drásticamente la relevancia social del término “elle”. Como vemos en la Figura 3, Elliot sale del clóset nuevamente (la primera al declararse gay en 2016) y la noticia es recibida por millones de fans y celebridades de la farándula mundial. A menos de 24 horas, plataformas virtuales como Netflix, Wikipedia, entre otras, al menos en su versión en inglés, cambian los pronombres ‘she/her’, ‘ella/de ella’, a ‘he/they’, ‘él/de ellxs’ para referirle.

Desde la cultura de la celebridad – o en el conglomerado económico, político y estético que utiliza a los medios de comunicación para crear y distribuir contenidos nuevos y actualizados en torno a los ideales aspiracionales sobre la economía, la política, la raza, el género y la sexualidad” (Valencia, 2018, p. 243) hay un potencial emancipatorio para el uso de estos y otros vocablos y, con ello, la liberación lingüística de las multitudes queer. Aunque habremos de ser críticxs ante los modos digitales de manipulación de la realidad y los mecanismos políticos que procuran la conquista moderno-colonial del espíritu a partir de la cultura de masas (ibid., p. 244), la distribución masiva de las posturas políticas personales como las de Elliot nos han mostrado que la inclusión social es posible en el establecimiento de nuevos modos de clasificación de lo cotidiano, del habla y, por ende, de la lengua española.

Bibliografía y referencias:

Rubin, G. (1996). El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo. En Marta Lamas (comp.). En El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, (1a ed., p. 35–98). México: PUEG/UNAM. 

Valencia, S. (2018). Psicopolítica, celebrity culture y regimen live en la era de Trump. Norteamérica 13(2), p. 235 – 252.